domingo, 22 de agosto de 2010

Herramientas retóricas

Si uno de los fenómenos culturales del Renacimiento es el humanismo la clase del viernes pasado puede considerarse un humilde homenaje a aquellos universitarios. Pues la retórica era una de las cinco materias obligatorias de su carrera y consistía en la lectura y la redacción de textos latinos a la usanza compositiva de Cicerón u Horacio.

Ricardo tuvo la cortesía de empezar el repaso con el epíteto (adjetivo que incide en la cualidad innata del sustantivo), que en Garcilaso (uno de sus mejores especialistas) como en tantos otros poetas de la época contribuía a potenciar ese mundo idealizado (neoplatonismo) de la naturaleza, con sus “altas hayas”, “verdes prados” y “blancas nieves”.

Carmen, a continuación, desarrolló el oxímoron (o paradoja, es decir, la afirmación de algo contradictorio, ilógico) y que muy bien conectó con el gusto barroco por el drama de la tensión (entre ideas, luces, palabras). Nos regaló el endecasílabo de Quevedo “esa herida que duele y no se siente”, donde una manera de resolver la paradoja es entender que ese mal de amor puede doler en un sentido (físico-emocional) pero elevar al enamorado también a otro nivel del ser (psicológico-espiritual) donde se siente libre de cualquier padecimiento. El oxímoron, también, les comenté es una figura retórica muy apreciada por los místicos del s- XVI (San Juan, Santa Teresa, Fray Luis de León) como uno de los pocos caminos verbales que permitían comunicar la experiencia extralingüística de la fusión con Dios.

Con Andrea Mateos llegamos al calambur (juego de palabras donde la diferente separación silábica conduce a dos posibles significados, uno inocente y otro malicioso) y a la poesía satírica, tan del gusto barroco. Y nos regaló la estrofa del poema con el que Góngora se burlaba del gran Lope de Vega: “A ese lopico, lo/pico”. O como cuando Quevedo se burló de la cojera de la Reina Mariana de Austria (esposa de Felipe IV) con su gentil ofrecimiento cortesano: “entre los claveles rojos y las rosas blancas, Su Majestad es/coja”.

La Hipérbole (exageración), si no recuerdo mal (confirmen en comentarios) la trabajó Andrea Ruch, quien vio en la poesía de Góngora (en el Polifemo), una de sus cumbres estéticas. Además de ese efecto dramático la hipérbole puede ser un dardo excelente para la sátira y el humor, como en el famoso: “érase un hombre a una nariz pegado” quevedesco. Incluso en el Quijote se pueden ver encarnados ambos sentidos hiperbólicos, su exagerado idealismo caballeresco y su locura digna de burla.

A Cecilia le tocó la antítesis (contraste entre dos palabras de significado opuesto) y su exposición nos ayudó a delimitar la frontera con el oxímoron, pues en la antítesis los dos opuestos aparecen en la frase sin plantear contradicción ninguna. Así en el verso del soneto de Góngora “Ayer naciste y morirás mañana”, el hecho de nacer en el pasado y morir en el futuro es perfectamente lógico y al poeta le sirve para acentuar al máximo la tensión entre el carpe diem y el memento mori.

Dyane, a su vez, debutó como expositora en la clase con una de mis figuras favorita, la aliteración (repetición fonética de un sonido para dar efectos musicales o de significación). Así en “la ronca tormenta” la “r” parece encarnar el sonido aterrador de los truenos. O en el verso de Garcilaso “Hallo según por do anduve perdido” (soneto I) puede simplemente enfatizar los sonidos suaves de la dicción en su recitación. En otros casos, como en célebre verso de San Juan (“un no se qué que quedan balbuciendo”) puede rozar la onomatopeya al entender que esa repetición de la consonante gutural (la /k/) parece imitar el balbuceo, la imposibilidad misma de expresar lo místico.

Olivia nos habló de la sinestesia (cruce de las propiedades de los diferentes sentidos) y cómo cuando Lope de Vega, en un soneto elogioso dice de Rubens que es “gran poeta de los ojos” mezcla el arte verbal (la poesía) y el visual (la pintura). O cuando Quevedo encuentra en la lectura una posibilidad de dialogar con los sabios antiguos y afirma: “escucho con mis ojos a los muertos”. (Si entendí bien la explicación de Olivia estos ejemplo sería n sinestesia s de primer grado. Olivia, por favor, corrígeme si me equivoco).

Andrew abordó el problemático concepto de paralelismo, que se puede entender en un sentido más amplio pero que prefiero que usemos en la clase como sinónimo de “repetición sintáctica”. Así cuando el Cid responde al Rey “tú me destierras por uno/ yo me destierro por cuatro” tenemos dos frases con idéntica estructura sintáctica. El paralelismo ha contribuido, entre otros, a la prosa poética de Octavio Paz o Pablo Neruda, además de a la mayoría de refranes de habla hispana. De hecho, como bien puntualizó Alejandra, el paralelismo no ofrece la simetría inversa de los espejos (sí el quiasmo) sino la repetición exacta del “copy-paste” sintáctico.

El miércoles nos espera una de las obras más fascinantes de la literatura clásica, "La Celestina". ¡Que aproveche!

1 comentario:

  1. Durante la clase también se estudió la metonimia,es decir, la sustitución de un término por otro, ya sea por causalidad o procedencia. Uno puede decir: yo leo a Góngora, cuando en realidad se lee los escritos de Góngora. Quevedo nos ofrece un excelente ejemplo: "el amor me ocupa el seso y los sentidos". Quevedo, con la intención de exaltar una emoción o hacerla más vívida, sustituye la palabra "razón" por "seso".
    Cecilia.

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