miércoles, 22 de septiembre de 2010

Poesía renacentista: primeras brisas...

Iniciamos este segundo parcial con dos exposiciones orales. Dayna nos explicó el locus amoenus como espacio utópico de felicidad, ajeno al "mundanal ruido" (Fray Luis) de la ciudad, y en medio de un bosque en sombra rodeado de la belleza armónica de la primavera (brisa fresca, sonido apacible del río, canto de los pájaros). En la tradición española las églogas de Garcilaso serían el mejor ejemplo (aunque con algún rasgo del paisaje castellano) y en la tradición anglosajona Dayna nos mencionó el bosque idealizado del teatro de Shakespeare (en su versión más misteriosa).
A su vez, Cecilia nos dibujó la descriptio puellae (retrato de la belleza femenina) típica del clasicismo y su canon físico para la mujer: cabello rubio liso, piel clara, labios de un vivo rojo, cuello largo y delicado. En contraste, la poesía popular (en romances o villancicos, por ejemplo) cantaba la belleza morena, en colisión frontal con la dama de palacio. Dos tipos de belleza vinculados a dos tipos de poesía (culta y popular) que convivieron en el siglo XVI.

En nuestra primera aproximación a la poesía de Garcilaso comentamos la importancia de la formas métricas: el soneto, como estrofa preferida, y el endecasílabo, como verso elegante. Garcilaso importa esa tradición de Italia (Dante, Petrarca) y la intenta "castellanizar", enfrentándose con ello a la poesía trovadoresca local y al verso octosilábico de la lírica popular, más enérgico y denso. A Garcilaso, por tanto, le debemos el éxito inicial de esa musicalidad más elegante y pausada de la poesía culta renacentista.

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