miércoles, 8 de septiembre de 2010

Popurrí de prosa del siglo XVI

Hoy logramos un repaso bastante eficaz a los diferentes caminos de la prosa del s. XVI.

Empezamos con Brevísima relación de la destrucción de Las Indias, de Fray Bartolomé de Las Casas, donde nuestros compañeros extranjeros (a este paso van a terminar más mexicanos que el nopal) señalaron el juego simbólico inverso de Las Casas para criticar la conquista y expolio de América: los indígenas, ahora, son los corderos (interesante resonancia religiosa) y los españoles, los lobos feroces. ¿Literatura o historia? La vocación de Las Casas, aparentemente, es documentar como testigo una violencia cultural, pero su búsqueda de recursos expresivos que impacten en la emocionalidad de los peninsulares acerca su prosa al terreno literario (hipérboles, metáforas, enumeraciones).

El caso de otro fraile, Antonio de Guevara es bien distinto. Su Menosprecio de Corte y alabanza de aldea toma un tópico de la época (la nostalgia de los ciudadanos por la autenticidad de la vida en el campo, osea, el beatus ille) para mezclar reflexiones morales con el placer de decir las cosas, de hilvanar enumeraciones de sensaciones, de metaforizaciones, de estilo florido. Lo interesante es que fray Antonio de Guevara es el best seller por excelencia de los siglos de Oro (¡quién lo diría!). ¿Por qué tuvo tanto éxito? Su estilo, ameno, claro, pero al mismo tiempo elocuente, y su capacidad para insertar anécdotas, costumbres cotidianas, algo de cultura y erudición, en fin, de hacer de la literatura un entretenimiento conecta con un público cada vez más amplio de lectores no especialmente instruidos.

Pero para sorpresas la de Amadís de Gaula (Garci Rodríguez de Montalvo, en 1508), un libro de caballerías canónico, heredero de leyendas medievales, y que será uno de los más leídos y traducidos de nuestro siglo XVI. Entre sus méritos está la claridad de su estilo (que a algunos estudiantes, con excelente tino, les recordaba a los cuentos populares), y también la libertad de su fantasía (gigantes, brujas, hechizos, campean a sus anchas). Su visión idealizadora, donde los héroes son valientes y sus damas hermosas y recatadas, fascinaba en una época, el Renacimiento, llena de cambios y crisis.

Cerramos la clase en el extremo contrario, el realismo crudo de La lozana andaluza (1528), una obra que lleva el realismo linguístico y el materialismo ideológico de La Celestina a su máxima plenitud. Su protagonista, la lozana andaluza, es una prostituta famosa en Roma y exhibe su mentalidad de pícara y su orgullo (¿prefeminista?) desde el principio al final de la obra (no hay evolución del personaje). Llama la atención, sin duda, que no hay filtro moral ni para el uso del lenguaje (lleno de groserías, coloquialismos, extranjerismos) ni para la narración de la vida disoluta de los personajes (¡más de 120!). Eso sí, cabe sospechar de su intención política pues fue publicada justo un año después del Saqueo de Roma y su retrato de una ciudad "santa" cercana a Sodoma justifica implícitamente la intervención militar de Carlos V.

1 comentario:

  1. Ahora y con todo esto del bicentenario, me doy cuenta de que los mexicanos somos un poco como los españoles encomenderos que tanto criticó Bartolomé de las Casas. ¿Qué tanto realmente se habló de las injusticias que sufríamos y de los escasos derechos que teníamos, antes de la independencia? Lo ignoramos, no sabemos lo que significó relamente el inicio de esa libertad, porque no conocemos lo que la hizo existir. La gran explicación y única que se ha dado: los españoles nos esclavizaban. Honestamente, eso no dice mucho, en este siglo sólo podemos imaginar qué es la esclavitud y por lo tanto, no entender la celebración del famoso bicentenario. De las Casas reprochaba la crueldad de los españoles encomenderos y la ceguera de España, yo reprocho la ceguera convertida en ignorancia, de este país.

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