Inspirado en la dinámica del blog de Adriana, dejo aquí mi soneto picaresco a Don Quevedo:
Érase un caballero de Santiago
que le escupía albures a un Buscón,
sin saber que al hacerlo, de un jalón,
llamaba al mal destino, siempre aciago.
Y es que, mi Don Francisco, no te hagas,
que bien que te gustaban las tabernas
y mirar a las damas entre piernas
y apostar a los naipes honra y pagas.
¿Por qué si deseabas en secreto
ser uno de esos pícaros repillos
no les diste siquiera un buen soneto?
Pues aunque tú te mofes, compañeros
eran los solitarios lazarillos
de tus hondos penares caballeros.
Sergio Reyes
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